Para reforzar su compromiso por los "sin techo", el príncipe Guillermo durmió a la intemperie como un mendigo más debajo del puente de Blackfriars, en pleno centro de Londres, y con temperaturas bajo cero. Con sus vaqueros, un buzo y un gorro de lana, pasó desapercibido para los transeúntes. Nadie imaginaba que quien dormía en el callejón era el nieto de la reina Isabel II.Guillermo, de 27 años, no estuvo solo para enfrentar los peligros de la noche y las inclemencias del tiempo. Le acompañaban el director ejecutivo de la ONG Centrepoint, Seyi Obakin, y su secretario privado, Jamie Lowther-Pinkerton, que durmió entre cartones en un callejón cercano a donde estaba el príncipe.
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